Hace una semana que no me asomo a la ventana del portátil para contarle al mundo, o quizás a mí mismo las cosas que me gustaría contar o que me gustaría callar, las que ofrezco a los demás y las que me guardo, porque, como dijo el poeta, tengo en mi alma un almario lleno de ropa vieja, o quizás de ilusiones renovadas. Y un día, como el que no quiere la cosa, ocurre algo insustancial, nimio e irrelevante que me hace rebuscar en los viejos bolsillos de la conciencia esa llave oxidada que todos llevamos oculta aunque no lo sepamos.
Homenaje Isobárico a Antonio Burgos
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Vicente, calimas del Magreb que dejáis sobre las túnicas de los nazarenos
la aren...
Hace 3 horas
5 comentarios:
Pues que encuentres más a menudo esa llave, Julete, que es un placer leerte.
Gracias por tu comentario, guapo.
¿Placer? ¿Guapo? Esto...
Una entrada preciosa, Julio.
El problema es que hay pocas llaves y muchos cerrajeros, valga la metáfora tan pedestre.
U
Ojalá rompan de una vez mi cinturón de castidad (hablando más metafóricamente que nunca) dichos cerrajeros.
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