Me comentaba ayer mi querida progenitora algo que le ha ocurrido recientemente, y que probablemente la deje preocupada unos días.
Estaba en su casa plácidamente leyendo un libro o la prensa (ocupaciones de lujo para los que dieron su vida laboral por la patria) cuando llegó la señora que la ayuda en casa:
- Qué anillo tan bonito, J. ¿Dónde te lo has comprado?
- Bonito y barato, P.; me lo compré la semana pasada en la calle x esquina con y.
- Tomo nota, pues me voy a acercar, que se me ha antojado...
Horas después, mi querida madre se acercaba al sitio convenido y, con el despiste que caracteriza a los de mi sangre, entra en la tienda, una tienda que se le antoja oscura y de decoración alternativa, a comprar su anillo.
- Buenos días, señorita, ¿tiene usted anillos?
La dependienta, entre incrédula y morbosilla, le espeta:
- Los tenemos estranguladores, vibradores de silicona, maximus 10 bolas, osito rebelde, sexual soldier...
La actora de mis días, que no sabe mucho inglés, iba notando cómo la cara se le ponía colorada y un desasosiego combinado con apuro la invadía.
- Bueno, disculpe...ummm...creo que me he equivocado de sitio.
Al dirigirse hacia la puerta, se fue dando cuenta del porqué de su extrañeza en torno a la decoración, y su única preocupación entonces era que nadie la viese salir de aquel antro...
Cómo la quiero.