Felicidades, Ignacio

Hoy es un día grande en mi casa: se celebra el santo de Nacho, mi hijo mayor, bajo la advocación y patronazgo de San Ignacio de Loyola.
Íñigo, Ignacio, fue un adelantado capaz de renunciar a un atractivo mundo de glorias castrenses y sociales por la corte y la militancia de su Cristo. Podría haber tenido riquezas, damas, honores y toda suerte de parabienes y, en cambio, decidió lanzarse al mundo, a un mundo que en su época estaba falto de espiritualidad profunda. Por eso admiro a este personaje, por su valentía, sinceridad y determinación.
El nombre de mi hijo mayor, por tanto, no es casual, responde a toda una serie de deseos sinceros.
Nacho es un figura: es un tipo inteligente, con fino sentido del humor, guapo como su madre (no es un tópico sexista: la madre es muy guapa y yo de estética desigual) y, sobre todo, una buena persona, y lo quiero más que a mi vida, hombre.