Dijo Luis García Montero que los espejos de hotel nunca perdonan y son como animales de montaña. Yo amplío el espectro zoológico a los espejos de escuela.
Ayer salí a desayunar como todos los días durante el recreo (ingenuamente llamado segmento lúdico en los primeros momentos de la LOGSE). Al volver, noté que tenía los ojos irritados y decidí librarme de las pequeñas costrillas que me molestaban en ambos lacrimales. En ese momento- horror de los horrores- descubrí que en los últimos años mis carrilladas se han llenado de arrugas. Supongo que serán los surcos de la experiencia, aunque a lo mejor serán de la edad. No pasa nada, sé que sigo gustando a las veinteañeras y eso me agrada, je, je.
El profundo sosiego de las cosas
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En días de tribulación cuánto consuela la lectura de Séneca, el filósofo de
la serenidad, el autor, precisamente, de las "Consolaciones".
El primer auto...
Hace 2 días
7 comentarios:
¿La última aserción también te la ha dicho el espejo o es un dictamen propio?
Las arrugas son como los cuernos: el que las lleva es el último en enterarse.
Pero no sé de qué te extrañas: a tu edad todo lo que cuentas o es normal (tener arrugas) o mentira (enamorar a las jovencitas).
Me lo ha dicho el espejo, Fernando;
Juan Antonio, mamón
Las veinteañeras tiene su punto, pero mi experiencia me dice que la cercanía de los treinta es la edad ideal: ha subido la experiencia y no han bajado las carnes: equilibrio y perfección.
Te doy la razón, Octavio
¿Pero de qué ojos habláis? ¿De los de Julio o los de las treintañeras?
Si es que al final siempre se acaba hablando de lo único...
Lo cierto y verdad, Alonso, es que cuando se habla de ojos, hay que tener cuidadín...
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