VIDA EN CUATRO VIENTOS
OESTE, primavera perfecta y sin certezas
en el parque simétrico de la niñez:
un naranjo y dos azahares prendidos.
El abuelo, desorientado,
se asusta de tanta vida.
Gana la luz, se apaga el aire
y no nos queda más
que empezar la ronda del tiempo.
SUR, verano o juventud:
las tonsuras de los campos
sirven de lecho improvisado
a los amantes,
que sacan simiente
de la semillas incorruptas de su silencio:
besos mojados
y apretar la cintura hasta romperla.
ESTE, otoño que pisa y acaricia
rastros de hojas de roble,
secos de madurez y teñidos
de señas inequívocas del tiempo.
Hoy el cielo está arrugado,
como las manos llenas de lluvia
que luchan por no resbalarse.
NORTE, invierno o aliento amargo de la vejez.
Soñábamos madrugadas entre besos
que el tiempo jamás borrase.
Nuestros cuerpos,
jóvenes y lisos,
se unirían con la turgencia y la humedad
de un trozo de fruta fresca.
Ahora bebemos copas con secos besos de frío,
y tenemos la inevitable manía
de apartar la vista del reloj.
2 comentarios:
Lo mires por donde lo mires en la rosa de los vientos, soberbio.
Enhorabuena, maehtro. Qué caro (o espaciado en el tiempo) te vendes.
Un abrazo.
Muchas gracias, Fer. Tú que me miras con buenos ojos.
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