lunes, 28 de marzo de 2011

Cuaresma. Las miradas del amor (IV)



Santísimo Cristo de la Misericordia. Imagen esculpida por el escultor e imaginero Luis Ortega Bru (San Roque, Cádiz, 16 de septiembre de 1916 - † Sevilla, 21 de noviembre de 1982)
Antigua y Fervorosa Hermandad de la Santa Cruz y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Misericordia y Ntra. Señora de la Piedad, Patriarca Bendito Señor San José y María Santísima de la Caridad en su Soledad
Capilla de la Piedad (Baratillo).


Siempre me he preguntado cómo de un trozo de madera puede brotar la vida eterna. El rostro del Santísimo Cristo de la Misericordia refleja este extremo con una naturalidad y un realismo estremecedores. Jesús, hombre, se acerca al hombre.

También conmueve su rostro de párpados hinchados, la boca curvada sin estertores, la nariz asimétrica…cualquiera pensaría que el que sujeta en el regazo Nuestra Señora de la Piedad es un gitano o un torero del Arenal, su barrio.

Dicen que Ortega Bru calcaba los rasgos anatómicos, y así es: el brazo caído en señal de abandono de la vida o de las fuerzas es digno objeto de estudio en sí mismo: por él se ve descender la vida como en un manantial que desemboca en los corazones de los fieles.

1990, Casa de la Moneda, el frontón partido- como mi pecho-.Yo te abrazaba mientras desde el desvencijado balcón volaba una saeta. Recuerdo que lloré -y tú también-; Cristo había muerto entre claveles.

Imágenes artísticas del fotógrafo y escritor Ramón Simón en su magnífico blog Sombras pequeñas

lunes, 21 de marzo de 2011

Cuaresma. Las miradas del Amor (III)



Santísimo Cristo de la Buena Muerte

Juan de Mesa y Velasco (Córdoba, 1583 - Sevilla, 1627), escultor español del Barroco. Imagen realizada en 1620

Pontificia, Patriarcal e llustrísima Hermandad y Archicofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de la Angustia (Los Estudiantes)

Capilla de la Universidad (calle San Fernando)

Cuando era universitario, iba tras de ti, cuesta de San Gregorio arriba, pidiendo no sé qué junto a personas que se esconden en mi memoria: buscaba la mirada de tus ojos, y tu cara, dulce como la de ningún Cristo, no me correspondía. Tus ojos entornados y tus cejas finas, elegantes, dejaban en el aire un suave elixir de melancolía que aún recuerdo como antítesis perfecta de la muerte.

Sé que los clavos dejaron su fatal estigma en tu frente, y tu sangre, en pequeños cráteres, entró en erupción hace muchos siglos, siglos de los hombres que hemos de apagarla con el amor que nació de tu dolor.

Hoy, Santísimo Cristo de la Buena Muerte, quiero tener veinte años y rozar tu canastilla plateresca por Puerta Jerez, aunque sea solo con el aroma de mis recuerdos solos.

Imágenes artísticas del fotógrafo y escritor Ramón Simón en su magnífico blog Sombras pequeñas

lunes, 14 de marzo de 2011

Cuaresma. Las miradas del Amor ( II )


Santísimo Cristo de la Caridad en su Traslado al Sepulcro

Luís Ortega Bru. ( San Roque, Cádiz, 1916-Sevilla, 1982). Escultor e imaginero

Real, Muy Ilustre y Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento, Inmaculada Concepción, Ánimas Benditas y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Caridad en su Traslado al Sepulcro, Ntra. Sra. de las Penas y Santa Marta. Lunes Santo

Parroquia de San Andrés

A Juan Antonio González Romano

El Santísimo Cristo de la Caridad, de gallardo escorzo y fina anatomía, recrea sin reservas el dolor humano: la ausencia de potencias, la mirada perdida de unos ojos con las lágrimas ya secas; la boca entreabierta que reclama el aire último y la musculatura contraída y bellamente marcada llevan hacia una muerte innegable. Su abundante y hermosa cabellera no necesita, pues, corona de espinas: ya sobran las marcas de agonía.

Arroyuelos de sangre manchan impertinentes su divina mano. Por ellos se destila, de manera inevitable, la muerte. María Magdalena aparta la vista de la escena y concita, en un gesto de desesperanza, la mirada de dolor hacia el terrible costero. Sus manos, las palmas hacia arriba- en señal de desesperación- y las falanges quebradas, intentan recoger la vida que pudiese quedar o caer (no la toquéis más, así es la rosa).

La fragancia de San Andrés recuerda, como cada lunes santo, el olor de Dios.

Imágenes artísticas del fotógrafo y escritor Ramón Simón en su magnífico blog Sombras pequeñas