Yo, que no me suelo meter en política pero sí en cuestiones humanas o sociales, me siento en estos últimos días preocupado por Sofía, una mujer que aunque griega, reina de españoles, madre de españoles, abuela de españoles.
Ella habría comentado a la escitora Urbano su desaprobación hacia las celebraciones del día del
orgullo gay y también habría reflexionado sobre la naturaleza del vocablo
matrimonio aplicado a la unión de personas del mismo sexo.
Coño, que opinó de una manera contraria a lo políticamente correcto y un líder mediático dijo que estaba insultando a una porción significativa de españoles (1), que la reina no puede opinar, hombre...
Jose Luis Rodríguez sí opina sobre temas de actualidad que pueden ser polémicos y nadie le dice nada (
cállate en razón de tu cargo, o algo así) porque está en la onda.
Si Sofía, la mujer, no puede opinar, apaga y vámonos; le diseñamos un precioso burka para la corona, y, al carajo. Aquí nadie puede hablar ¿Hasta qué punto hemos llegado?
(1) Me pregunto si cuando esta gente se viste en las manifestaciones de júbilo cromosómico de monja con el pecho fuera o cura morreándose con arcipreste no se ofende a una amplísima mayoría de los españoles: el 80% nos declaramos católicos y aseguro que somos tolerantes (aunque no
de salón, claro).