Dijo Luis García Montero que los espejos de hotel nunca perdonan y son como animales de montaña. Yo amplío el espectro zoológico a los espejos de escuela.
Ayer salí a desayunar como todos los días durante el recreo (ingenuamente llamado segmento lúdico en los primeros momentos de la LOGSE). Al volver, noté que tenía los ojos irritados y decidí librarme de las pequeñas costrillas que me molestaban en ambos lacrimales. En ese momento- horror de los horrores- descubrí que en los últimos años mis carrilladas se han llenado de arrugas. Supongo que serán los surcos de la experiencia, aunque a lo mejor serán de la edad. No pasa nada, sé que sigo gustando a las veinteañeras y eso me agrada, je, je.
Yahueniya
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No sé si aparecerá este libro en las listas del año, pero sí debería
aparecer en las listas del siglo XX.
Definida como la Ajmatova bielorrusa, acaso par...
Hace 1 semana
